Heridas que debemos aprender a aceptar
Venimos al mundo con heridas que debemos aprender a aceptar. Se han ido desarrollando a lo largo de las numerosas encarnaciones y, en función de cuál sea nuestro plan de vida, algunas nos harán sufrir más que otras. El sufrimiento tiene distintos niveles de intensidad, según el individuo, y la mayoría no saben de dónde viene ni qué hacer para detenerlo. Lo único que sabemos es que muchas personas y situaciones nos hacen reaccionar y, por lo tanto, sufrir. Esta es la razón por la que es interesante descubrir la fuente de nuestros sufrimientos.
El alma no puede evitar verse alejada de su plan de vida, una y otra vez, cuando permitimos que nuestro ego dirija nuestra vida. Ella sufre, porque la meta de sus encarnaciones es vivir en el amor verdadero y la aceptación de sí a fin de de vivir su divinidad.
Nuestra alma sufre de forma distinta según las heridas que estén activadas.
Lo más triste es que dejamos que nuestro ego nos convenza de que nos está ayudando a sufrir menos cuando, en realidad, ocurre todo lo contrario.
Es imposible para el ego sentir los sufrimientos del alma.
Solo vive para él. Su mayor satisfacción es tener razón
El método favorito del ego para evitar que sintamos el sufrimiento generado por una herida es incitarnos a ponernos una máscara cada vez que la herida se activa. Cree de verdad estar protegiéndonos y no es consciente de que, actuando así, lo único que hacemos es mantener y alimentar nuestras heridas.Cuanto más se alimenta una herida, más duele. Cuanto más fuerte y rápido reaccionemos, más tiempo durará dicha reacción.
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La respuesta a todas estas preguntas es porque la gente no quiere sentir todo el dolor de su alma.
Por desgracia, el hecho de negar este dolor solo lo empeora. Si lo comparamos con una grave herida física. La herida está abierta y se infecta poco a poco. A pesar de que la cubres para no verla, la infección empeora y la llaga te duele cada vez más, hasta el día en que alcanzas el tope del umbral del dolor. Entonces solo te quedarán dos opciones: morir o tomar las medidas adecuadas para curarla. ¡Y hasta aquí ha llegado el género humano!
Es el momento de ser conscientes de lo urgente que es vivir la vida a la cual todos aspiramos... Una vida llena de felicidad, no de dolor.
Atraemos hacia nosotros ciertos comportamientos o actitudes por parte de otros, en función de nuestras heridas. Todos experimentamos, al menos, cuatro de las cinco heridas.
Todos sufrimos el rechazo, el abandono, la traición y la injusticia. Solo la herida de humillación parece no estar presente en la totalidad de los individuos.
La mayoría de las personas admiten tener, como mínimo, dos de las cuatro heridas que son más evidentes y dolorosas. Aunque, según los cambios vividos a lo largo de la vida, podemos comprobar que ciertas heridas parecen disminuir mientras que otras aumentan.
Por mucho que los padres intenten darnos los mejores cuidados no pueden estar presentes ni atentos a nuestras necesidades como habríamos deseado.
Pero ¿por qué algunos de nosotros nos hemos sentido, sobre todo, rechazados, otros abandonados o traicionados y otros han sufrido más la sensación de injusticia? Incluso, algunos hemos sufrido también la humillación.
Al parecer no es lo que nuestros padres eran o hacían lo que ocasionaba nuestro sufrimiento asociado a nuestras heridas. Era nuestra percepción personal de su actitud.
Es siempre nuestra percepción o nuestra interpretación de los hechos lo que causa nuestro sufrimiento, no lo que otra persona sea o haga
Detrás de la traición se esconde el abandono y detrás de la injusticia se esconde el rechazo, aunque no experimentamos ambas con la misma intensidad. Es importante recordar este hecho cuando sintamos injusticia o traición. Al averiguar qué temes en una situación hiriente, descubrirás que los miedos a ser rechazado o abandonado son los más dolorosos y atemorizantes.
Asimismo, el miedo a rechazar, abandonar, traicionar a los demás o ser injustos con ellos es igual de grande que el miedo a lo que podrían hacernos. Te darás cuenta, igualmente, de que te hieres a ti mismo de idéntica forma. Te rechazas, te abandonas, te humillas, te traicionas y eres injusto contigo mismo del mismo modo en que lo experimentas con los demás, y lo sufres igual.
El triángulo de la vida ilustra el hecho de que los demás son
contigo cómo tú eres con ellos y contigo mismo. El grado de sufrimiento - los miedos y las emociones - es idéntico.
Debemos tener en cuenta que nos ponemos una máscara tras la activación de una herida –por nosotros o por otra persona– con el fin de protegernos. Hacemos todo lo posible por ignorar las heridas y sobre todo por no sentirlas; creemos además que los demás ni las verán ni las sentirán.
Bibliografía
Bourbeau, L. (2015). La sanación de las 5 heridas. Sirio.
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