LA RESISTENCIA COMO EVITACIÓN FÓBICA
La resistencia se puede entender como una evitación fóbica de aquello
que se percibe como abrumador o, dicho de otra forma, como algo que excede la
capacidad del paciente para percibir realistamente.
Abordar la resistencia como una evitación
fóbica sitúa de lleno el centro de atención de la terapia en qué es lo que
el paciente está evitando y por qué, en lugar de en las conductas que
sirven de estrategias de evitación. La evitación fóbica, que con frecuencia
suele ser implícita y estar compartimentalizada en distintas partes
disociativas, tiene el propósito de proteger frente a las experiencias
traumáticas y demás experiencias dolorosas, que al paciente le resultan difíciles
o imposibles de aceptar y de integrar.
Algunos pacientes pueden tener la capacidad potencial de
encarar y superar aquello que evitan, pero la evitación se ha convertido en un
hábito tal que les es muy difícil abandonarlo. En cualquier caso, la evitación
mantiene las experiencias intolerables fuera del primer plano, para que los
pacientes no tengan que sentir, pensar, percibir o saber aquello que temen que
les conduzca a la descompensación, el rechazo o la humillación por parte de los
demás: Si me pongo a recordarlo, me volveré loco; o bien: Si supiera
usted verdaderamente qué fue lo que pensé, me detestaría.
Durante las experiencias traumáticas e inmediatamente
después, la disociación implica una incapacidad de integrar lo
suficientemente la experiencia en cuestión. Pero de ahí en adelante, aunque los
pacientes alcancen a desarrollar unas mayores capacidades y habilidades, puede
que continúen evitando cada vez más determinadas experiencias, lo que
generará una “cascada” de fobias relacionadas con el trauma. Estas fobias
incluyen:
·
La fobia a la experiencia interna
·
La fobia al apego y a la pérdida del apego
·
La fobia a las partes disociativas
·
La fobia a los recuerdos traumáticos
·
La fobia al cambio adaptativo
La resolución de las fobias relacionadas con el trauma
deberá ser esencial para el tratamiento exitoso de la disociación. De forma característica
estas fobias son la base de la resistencia del paciente. El terapeuta deberá
evaluar si el paciente tiene las capacidades y las habilidades necesarias para
superar estas fobias, y de no ser así, deberá entonces primeramente ayudarle a
desarrollarlas en la fase temprana del tratamiento. De lo contrario, la
resistencia puede acabar siendo inviable. Si el paciente tiene habilidades,
pero continúa siendo fóbico, el terapeuta puede sondear junto al paciente la
resistencia evitativa. Con frecuencia, persisten el miedo, la vergüenza o las
creencias poco realistas ante la perspectiva de tener que hacer frente a aquello
que está siendo evitado.
Determinadas partes disociativas específicas permanecen
estancadas en el período del trauma y, en razón de ello, son incapaces de darse
cuenta que de que ahora sí existe la seguridad y el apoyo adecuados y
necesarios para proceder a ocuparse y tratar de resolver estas cuestiones
dolorosas. En lugar de culpar al paciente, y de sentirse frustrado, el
terapeuta puede optar por permanecer junto con la experiencia del paciente y
analizarla con compasión e interés.
La actitud del terapeuta hacia las resistencias y sus
creencias respecto de las mismas, aumentarán o disminuirán las posibilidades de
ayudar eficazmente a los pacientes a elaborar su evitación fóbica.
De forma característica, en casi todos los casos de
evitación fóbica los pacientes disociativos viven un conflicto inherente entre
sus diferentes partes disociativas: Quiero cambiar porque sé que será mejor
para mí; No quiero cambiar porque sé que será peor para mí. Es este tipo de
conflicto el que deberá ocupar un lugar más prominente en la mente del
terapeuta, y percibirse claramente y de manera compasiva, para que de este modo
el paciente pueda sentirse apoyado y aceptar las diversas caras del conflicto
que pueden estar disociadas y repartidas en partes diferentes de la
personalidad.
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