TEMA 3 NEUROLOGÍA
LAS PARTES DEL CEREBRO
Según la teoría evolutiva de MacLean (S. f.), el cerebro está constituido por tres
partes evolutivamente diferenciadas y estas se especializan en funciones
diferentes y adaptativas: el cerebro reptiliano, el sistema límbico y la
neocorteza o neocórtex.
Cerebro reptiliano
·
El cerebro reptiliano corresponde al tronco encefálico o tallo cerebral.
·
Es la primera estructura que se desarrolla (a los tres meses
de gestación).
·
Esta parte del cerebro tiene las funciones de
regular el sueño, la alimentación, hidratación, reproducción, temperatura,
atención básica, ritmo cardiaco…
·
Se activa en situaciones de riesgo para la supervivencia (ataque, defensa, huida o parálisis).
·
También es llamado el cerebro que actúa.
Sistema límbico o cerebro medio
·
El sistema límbico o cerebro medio corresponde a todo el sistema límbico
y las amígdalas cerebrales; actúa de manera inconsciente. Sus funciones están relacionadas con la memoria,
aprendizajes básicos, emociones básicas y relaciones de apego (control de
oxitocina).
·
La capacidad de regulación de esta zona será crucial para el entendimiento del trauma y el apego.
·
El miedo, la tristeza y la rabia vividas o pensadas hiperactivan este
sistema; personas con
biografías de abusos, negligencias o traumas graves tienen constantemente
hiperactivada esta zona. Tenemos que diferenciar aquí entre la emoción y la
conducta:
La emoción es aquello que estoy sintiendo y no explica la conducta, esta
relación estará en consonancia con la capacidad de regularnos. Si sentimos
asco ante una comida, nuestra situación cívica y social puede hacer que nos
comportemos como si nos gustara. En este ejemplo podemos ver que el sistema
límbico se activa con el asco, pero nuestro neocórtex regulará nuestra conducta y
hará que tengamos una comportamiento socialmente aceptable ante esta situación.
·
Esta parte es llamada el cerebro que siente.
Neocórtex
El neocórtex es la última formación y más superficial del
cerebro.
Tiene como funciones básicas el pensamiento, la memoria a
largo plazo, la generación de ideas, el razonamiento inconsciente y consciente,
la concentración, la inhibición de impulsos, la memoria operativa, la
planificación, la solución de problemas, la flexibilidad cognitiva y la
autorregulación emocional.
Se activa ante la necesidad de solucionar un problema novedoso o
disonancia cognitiva (emoción vs. conducta).
Este es el cerebro
que piensa y ejecuta.
El neocórtex, por su
posición y funciones, trabaja como un director de orquesta de todo el cerebro y
puede regular o interpretar lo que pasa en las otras partes.
Imaginemos que vamos
paseando por el bosque, está oscuro y hace frío y vemos en el suelo algo
parecido a una serpiente, nuestro cerebro reptiliano se activa ante la
situación de peligro, nuestro sistema límbico se pone en funcionamiento y
sentimos un miedo intenso y nuestro neocórtex evalúa la situación y,
de repente, se da cuenta de que lo que parecía una serpiente es la rama de un
árbol, por lo que regula la conducta de huida o lucha (cerebro reptiliano),
autorregula la emoción intensa de miedo (límbico) y modifica la conducta
(neocórtex), incluso es capaz de analizar lo que ha sucedido e interpretar la
situación (puede que se ría de la escena).
TRAUMA RELACIONAL, REGULACIÓN DEL AFECTO Y NEUROBIOLOGÍA
Para poder explicar la
neurobiología del trauma, vamos a centrarnos en el trauma relacional tal y cómo
lo explican autores como Hill (2017) o Schore (2003).
El trauma relacional para estos autores se puede definir como la exposición a
desajustes crónicos y estados prolongados de desregulación en el contexto de la
relación de apego temprana. Por tanto, como veíamos en anteriores temas, el
nicho afectivo que se establezca en la relación díada cuidador-bebe será
determinante en el crecimiento y desarrollos posteriores.
Se entiende así que estados
prolongados de desregulación generan condiciones internas neurotóxicas que
alteran estructuras neurobiológicas, más concretamente las estructuras
límbicas autónomas en desarrollo y la capacidad para modular los sistemas
nervioso simpático y parasimpático en respuesta al estrés.
Vamos a explicar esto de
otra manera:
Si vemos el cerebro de
manera vertical:
·
Las estructuras subcorticales (tronco
encefálico, cerebelo, médula espinal), de formación temprana, están en la parte
inferior.
·
La corteza, formada posteriormente, está
en la parte superior.
·
El sistema límbico está en el centro,
(comprende tanto estructuras corticales como subcorticales), va desde la
corteza orbitofrontal pasando por la amígdala, córtex cíngulo anterior, ínsula
e hipocampo.
El sistema límbico es crucial para procesar la información
fisioemocional que proviene del cuerpo y la información socioemocional que
proviene del exterior.
Según Hill (2017),
el sistema límbico:
a) Integra la información afectiva que proviene del
cuerpo, después se une con la información que desciende de la actividad
mental generada en la corteza y, por último, con la información socioemocional
recibida a través de las comunicaciones implícitas del afecto de los demás. Para este autor, en este
proceso el sistema límbico ensambla estados del self, en interacción con los
estados de los demás.
El trauma relacional y, por supuesto, acontecimientos traumáticos graves representan una desorganización del sistema límbico que
desemboca en un desmoronamiento del self (de
la subjetividad y la intersubjetividad).
b) Regula la afectividad en conexión con el sistema nervioso
central (SNC) y el eje hipotalámico-hipofisiario-adrenal (HHA), juntos
consiguen generar el nivel de excitación y tono hedónico.
El SNC se divide en
ramas simpáticas y parasimpáticas.
·
Las ramas simpáticas generan aumento
cardiaco y regulan la frecuencia respiratoria, por lo que podemos decir que
tienen funciones de activación o sobrerregulación.
·
Las ramas parasimpáticas se encargan de
inhibir las primeras, por lo tanto, tienen una función subreguladora. Este
sistema está en continua homeostasis operando a la vez.
Ante una situación amenazante, el sistema parasimpático se frena, dejando solo al sistema
simpático y así, puede mandar una respuesta de lucha o huida. Si la amenaza es aterradora o intolerable, ocurrirá lo contrario, se activará el sistema
nervioso parasimpático (más concretamente el sistema dorsal vagal) anulando
la respuesta de lucha o huida y dejando el sistema paralizado (congelado). Ante
este caso existe un colapso metabólico que paraliza el cuerpo (eje HHA).
Todo este proceso está
programado genéticamente, pero su formación adecuada depende en gran medida
de unas condiciones ambientales mínimas, ya que al principio las conexiones
establecidas en este circuito no existen tal y como las estamos describiendo.
Es decir, el bebé
necesita que se generen las redes neuronales adecuadas para un sistema nervioso
autónomo equilibrado. Cada vez sabemos más sobre que la formación
adecuada de los circuitos neuronales dependen de una buena estimulación y de un
trato suficientemente bueno (apego seguro).
Vamos a verlo de otra manera. Peter Fonagy y A. Bateson (2017)
nos habla de la importancia de la relación que establece el cuidador y el bebé
en los primeros meses, lo llaman el marcado
contingente.
Figura 2. Esquema de marcado contingente.
Fuente:
Decíamos que el bebé en
sus primeros meses no tiene formado los circuitos adecuados para la
autorregulación, por lo que cualquier estímulo, provenga de vías internas
(sensaciones corporales) o del exterior (estímulos ambientales), provocará
irremediablemente una sensación intolerable en el bebé, lo cual generará una activación
continua de su sistema límbico.
La función del adulto en este caso es hacer de SNC, es decir, de
regular su hiperactivación o hipoactivación.
Según Fonagy y Bateson (2017), el adulto interpreta lo
que le está pasando al bebe, realizando una representación del estado mental del niño,
y le devuelve el estímulo de una manera tolerable y tranquila
(normalmente teatralizada y llamativa), esto es lo que se llama especularización adecuada de la representación. En este momento el bebé
entiende que no está solo, que hay alguien que está entendiendo lo que está
pasando y que resuelve la necesidad de la situación, y se calma. Para
que se dé este proceso, es necesario que el adulto esté regulado y tranquilo
y que pueda mentalizar de manera adecuada los estados mentales del bebé.
Si esto se da de manera regular en el transcurso del crecimiento y
desarrollo del bebé, este crecerá con una sensación de estabilidad adecuada
y aprenderá a autorregularse, básicamente porque se están generando las condiciones
adecuadas para que se generen procesos de crecimiento, inervación y
mielinización neuronales óptimos para establecer un sistema nervioso autónomo
autorregulado.
Pero ¿qué pasa si no se
dan esas condiciones?
En esta imagen, el adulto no interpreta bien las necesidades que
el bebé solicita (generalmente a través del llanto). La no interpretación
adecuada tiene que ver con un adulto
alterado, tenemos que entender este concepto de una manera
extensa: puede estar enfadado, cansando, deprimido, etc. Incluso el llanto del
bebé puede estar conectando con su propio sistema de apego, desregulando al
adulto. En este caso, el adulto no solo no atenderá de manera
adecuada las necesidades del bebé, sino que reflejará su propio estado
mental en el bebé, lo que generará un self inestable
en el niño.
Si esto se da de manera
continua y se convierte en un hábito en la relación que establece cuidador y
bebé, este crecerá con una sensación de inestabilidad, lo que llevará a una incapacidad
en la regulación de sus propios estímulos (externos o internos), además, no se
estará generando unas condiciones óptimas para el desarrollo neuronal y la
creación de redes adecuadas para una formación del sistema nervioso autónomo
autorregulado.
Según Hill (2017), cuando hablamos de self integrado nos estamos refiriendo a un conjunto de estados que nos
proporcionan una manera de pensar, sentir y actuar, ajustado a diferentes
contextos. Cada uno de estos estados del self proporciona una gama
de recuerdos y comportamientos e implica una disposición a representaciones
positivas o negativas (ej.: si es tolerable o no). Si todo esto funciona,
podemos tener una percepción global e integrada de nosotros mismos —todo lo que
sentimos se hace tolerable y, por lo tanto, lo puedo regular—, pero si no es
así, la experiencia subjetiva se hace intolerable y tendemos a no entender que
está pasando.
Para Hill (2017):
·
Los estados del self estables tienen que ver con relaciones de apego seguro.
·
Los estados del self inestables (desregulados, parcialmente disociados), con apegos inseguros
(preocupados o evitativos).
·
Los estados del self inestables disociados, con apegos desorganizados.
Siguiendo con este
autor, un estado del self regulado nos permite funcionar de manera óptima a través de
sensaciones de autodominio y bienestar. Cuando el afecto se desregula y se
disocia, nuestra experiencia subjetiva se altera, así como lo que percibimos,
la forma en la que nos representamos a nosotros mismos y a los demás; lo
que recordamos y nuestra capacidad de ver y sentir los estados internos y los
de los demás se ven amenazados (sistema de imbricación social)
Pero ¿qué ocurre en el cerebro cuando estas formas de
relación negligentes son el nicho afectivo donde el bebé se desarrolla?
Vargas y Chaskel
(2007) proponen que el árbol dendrítico de la corteza
prefrontal (inervado profusamente por células dopaminérgicas,
serotoninérgicas, noradrenérgicas, glutamatérgicas y gabaérgicas), al
producirse la deprivación de una figura de apego, presenta un deterioro intenso
de la inervación, ramificación y crecimiento dendrítico durante el
desarrollo posnatal. Así, podríamos suponer que las alteraciones en la
formación del apego temprano dejarían huella a nivel anatómico y funcional
en el área prefrontal, que pueden manifestarse años más tarde como cambios
en el desarrollo de la personalidad o la presentación de trastornos mentales.
Es decir, la relación
afectiva está relacionada inevitablemente con el crecimiento y desarrollo
neuronal adecuado.
Si esto no se da, produce
una alteración en la construcción de un SNC autónomo regulado. Decíamos
anteriormente que el sistema límbico regula la afectividad en conexión con
el SNC y el eje HHA. Pues bien, que este sistema no esté formado de una
manera adecuada tendrá repercusiones en la manera de regular los estímulos
provenientes tanto del interior como del exterior (los otros) desde varios
niveles:
·
Primero, desde una mala regulación de
los niveles de excitación y de tono hedónico, ya que el eje límbico-SNC-HHA
no funcionaría de la manera esperada.
·
Posteriormente, en conductas que
tenderán a la hiperexcitación o hipoexcitación (dependiendo del tipo de
apego al que hallamos estado expuesto) y esto generará una subjetividad e
intersubjetividad disociada (en distintos niveles) de los estados del self.
·
Todo lo explicado hasta ahora se basa en los estudios realizados
por Schore (2003) y compilados por Hill (2017). La regulación del afecto
conforma su base explicativa en el desarrollo y configuración cerebral y el
trauma relacional sirve como ejemplo de esto.
·
En este sentido, lo que ocurre con un acontecimiento traumático
se asemeja claramente a lo que le ocurre a un bebé que se desarrolla a través
de un apego desorganizado. Un acontecimiento aislado intolerable e inasumible
(trauma) generará un colapso metabólico similar al del apego desorganizado.
·
Para Hill (2017), un bebé
con apego seguro tendrá establecido un SNA equilibrado. Los circuitos
que unen la corteza orbitofrontal derecha con los aspectos simpático y
parasimpático del SNA se acoplan en un sistema recíproco que permite la
modulación del afecto, la tolerancia y la excitación (simpática y parasimpática).
Podemos decir que la corteza
orbitofrontal logra dominar los componentes
subcorticales del sistema límbico y responde con flexibilidad a los
acontecimientos socioemocionales que cambian rápidamente.
·
La importancia del apego, por tanto, configura una base
científica no solo para la configuración neurobiológica, sino también para
entender los efectos que un acontecimiento traumático puede ocasionar en
nuestro organismo tanto a nivel neurobiológico, fisiológico como psicológico.
·
Los modelos de apego son, en resumen, un modelo interno de trabajo que no solo tienen lugar
en la infancia, sino que continúan en el mundo adulto. Es una forma de estar e
interpretar el mundo y los acontecimientos que en él ocurren. La diferencia
ante un mismo acontecimiento traumático entre una persona con apego seguro y
una persona con apego inseguro (y no digamos si el apego es desorganizado) no
radica en el sentimiento que este acontecimiento puede provocar, sino en
la gestión del mismo, en la capacidad para regularse, para interpretar y para
superar dicho acontecimiento.
El trauma, aunque sea
ocasional tiene una conexión directa con el tipo de apego de la persona que lo
sufre.
Veamos esto más detenidamente. Según Hill (2017), ante un evento estresante:
·
Una persona con apego seguro podrá dirigir su atención a la solución, no huirá ni se colapsará su
sistema, tenderá a la autorregulación o regulación diádica (pedir ayuda).
·
Una persona con apego evitativo dirigirá su atención lejos de la fuente de estrés, se aleja de las
figuras de apego, tenderá a la hipoexcitación (desconexión, afecto
desregulado), aunque finalmente se conseguirá autorregular.
·
Una persona con apego ansioso tenderá a estar hipervigilante y recurrente, se enfrenta a la figura de
apego, tenderá a estados prolongados de hiperexcitación (afecto desregulado) y
solo se podrá regular a través de una regulación diádica.
·
Y, por último, una persona con apego desorganizado tendrá, ante un acontecimiento estresante, una atención desorientada, su
comportamiento relacional será inconsistente y contradictorio, su regulación
del afecto será deficitaria pasando de la hiperexcitación a la hipoexcitación y
viceversa. Será muy difícil que se dé o bien una autorregulación o una
regulación diádica (a través de otros).
HEMISFERIOS CEREBRALES
·
Hasta ahora hemos podido ver un funcionamiento del cerebro de
manera vertical, en este apartado vamos a integrar ese funcionamiento con la
lateralidad cerebral: hemisferio izquierdo y hemisferio derecho.
·
Podemos decir de manera muy simplificada que ambos
hemisferios procesan diferentes tipos de información y de manera diferente.
Para Hill (2017), la integración de ambas informaciones o procesamientos es
crucial y ofrece numerosas alternativas adaptativas a la vida. El
dominio crónico de uno de los hemisferios (es decir, que no haya una
integración adecuada de ambas partes) puede generar importantes limitaciones
y desventajas.
El hemisferio izquierdo
·
Media en procesos explícitos que son más lentos, conscientes,
deliberados y verbales, es el encargado de procesar las palabras, por
ejemplo. Es serial y lineal, por lo tanto, funciona para el pensamiento lógico y analítico.
Esta información es procesada de manera consciente y voluntaria.
·
Podemos decir que construye representaciones conscientes
(básicamente verbales) que son usadas para valorar el pasado o para predecir o
pensar el futuro.
Esta parte se
desarrolla de manera más lenta y tardía que el hemisferio derecho. A los dos
o tres años el niño adquiere una mayor capacidad lingüística y analítica.
Para Wilkinson (2017) esto permite una nueva percepción de agencia, de relación y separación.
·
El desarrollo del hipocampo hace posible la memoria explicativa (declarativa).
·
Con el desarrollo de esta parte del
cerebro seremos capaces de considerar nuestros pensamientos y sentimientos,
se establece la memoria de trabajo.
·
Podemos almacenar recuerdos e
información para las necesidades del momento inmediato.
·
El hemisferio izquierdo permite la
formación del «sí mismo» social, lo que facilita la interacción con los otros.
Todos estos procesos
solo pueden darse eficazmente a través de la comunicación interhemisférica.
Wilkinson (2017)
propone que el desarrollo se puede ver afectado cuando ha habido traumas
graves o prolongados (trauma relacional). Parte de la respuesta de miedo
extremo asociada a los traumas consiste en inhibir los centros del habla
localizados en esta parte del cerebro. Puede ser esto lo que lleve a la
disfunción del cuerpo calloso (principal ruta de comunicación entre
los hemisferios).
El hemisferio derecho
·
Media en los procesos implícitos. Estos procesos son rápidos,
inconscientes, no verbales y automáticos. Actúa en la expresión y
recepción de las comunicaciones inconscientes y no verbales del afecto, se
fija en aspectos como la prosodia de la voz, los gestos, expresiones faciales…
·
El modo en que procesa la información es holística. De aquí
que se suela decir que el hemisferio derecho es más intuitivo y emocional.
·
Al ser un proceso rápido, actúa siempre en el momento
presente y nos coloca en el «aquí y ahora».
·
Esta parte del cerebro es más madura al nacer que la parte
izquierda que veíamos antes. Permite procesar la primera respuesta del
bebé a los estímulos, por lo que es especialmente importante en la primera
experiencia de relación con su cuidador (procesamiento del rostro y las
emociones que se reflejan en él). Más adelante, sobre los diez meses aproximadamente, se forman otras estructuras
como la corteza prefrontal, que permitirá al bebé
poder relacionarse de una forma más madura y la autorregulación, podrá
afrontar la experiencia de estar separado y aparece la vergüenza.
·
Schore (2003) comenta que el hemisferio derecho en su formación
temprana almacena un modo de funcionamiento interno de la relación de apego que
luego determina las estrategias de regulación afectiva para el afrontamiento y
la supervivencia característicos del individuo. Schore, además, propone que
esta parte del cerebro es crucial para la evaluación de las emociones, para
la asociación de emociones a ideas y pensamientos, así como de la conciencia
autoreflexiva y de teoría de tareas mentales con componentes afectivos.
·
La conciencia de uno mismo, la empatía, así como los procesos
intersubjetivos más generales dependen en gran medida de los recursos del
hemisferio derecho, que son los primeros en desarrollarse.
Siegel (2007) entiende
que, para llevar una vida equilibrada, valiosa y creativa, llena de relaciones
personales bien conectadas, es crucial que nuestros dos hemisferios actúen
conjuntamente. El cuerpo calloso (un haz de fibras) conecta ambos hemisferios y permite una
integración horizontal.
Si nuestros cerebros funcionan
integrados de manera óptima, tendremos primero un pensamiento rápido en tiempo real
(derecho) y un procesamiento más lento, con palabras, pensado lógicamente,
reflexionado, planificado… (izquierdo). Ambos hemisferios están analizando
la misma información con parámetros diferentes (holístico vs. serial). Varían,
por tanto, procesos de memoria, cognición y comunicación.
Hill (2017) nos lo
explica en esta tabla:
HEMISFERIO IZQUIERDO |
HEMISFERIO DERECHO |
|
MEMORIA |
Declarativa o semántica de
acontecimientos. Se experimenta como un recuerdo. |
Memoria de procedimiento: No
consciente, no se experimenta como recuerdo. |
COGNICIÓN |
Pensamiento verbal, lento y lineal
sobre el pasado o el futuro (análisis racional). |
Rápido, no verbal. Holístico: integra
información y presenta el conocimiento como una Gestalt. Se usa para conocer
el presente. |
COMUNICACIÓN |
Lenta, verbal, consciente, deliberada,
se emplea para transmitir el pasado o futuro. |
Rápida, no verbal, automática,
involuntaria, trasmite estados afectivos. |
Tabla 1.
Funcionamiento de los hemisferios. Fuente: adaptado de Hill (2017).
Conclusión
Hemos visto cómo el desarrollo del cerebro va a depender mucho
de las condiciones ambientales adecuadas, a las que podemos definir a través de
la teoría del apego como contextos
de afecto: seguros, inseguros o desorganizados. En este
sentido, los primeros son los contextos de relación, que garantizan un adecuado
ensamblaje de los sistemas neurobiológicos, relaciones más inseguras generarían
regulaciones distintas dependiendo de si son más ambivalentes o más evitativas.
Relaciones más desorganizadas afectarían al desarrollo del cerebro y del cuerpo
con consecuencias más graves.
En relación al trauma,
Wilkinson (2017) propone que, tanto cuando está sano como cuando sufre traumas,
el cerebro y el cuerpo están íntimamente implicados en la construcción de lo
que se acaba representando en la mente.
La respuesta disociada a
los traumas puede significar la ruptura de esas conexiones, a fin de evitar el
dolor y sufrimiento psíquico. La mente que es asociativa se vuelve disociativa
como medida de defensa, dejando que el trauma se exprese a medida que se va
viviendo, es decir, en el cuerpo.
Las hormonas del
estrés afectan a todo el cuerpo, de modo que los
cambios en el cerebro generan cambios en el primero. Los niveles de cortisol
aumentan en un primer momento, especialmente en niños que sufren estrés
prolongado; esto puede frenar el crecimiento de las células encefálicas.
Sin embargo, los efectos a largo plazo de los traumas producen niveles
reducidos de cortisol con efectos adversos a la vez en el sistema inmunitario.
Mantener un estado disociado para evitar el sufrimiento psíquico e
insoportable consume mucha energía y trae consecuencias psicológicas y
biológicas importantes.
Referencias
bibliográficas
Hill, D. (2017). Teoría de la regulación del afecto: un modelo clínico.
Barcelona: Editorial Eleftheria.
Fonagy, P. y Bateson,
A. (2017). Tratamiento basado en la Mentalización para trastornos de la
personalidad. Bilbao: Editorial Desclée de Brouwer.
Paul MacLean. (S. f.).
En Wikipedia. Recuperado el 22 de febrero de 2020 de https://es.wikipedia.org/wiki/Paul_MacLean
Schore, A.
(2003). Affect Dysregulation and Disorders of the Self. New
York. Norton.
Siegel, D.
(2007). La mente en desarrollo: cómo interactúan las relaciones y el
cerebro para modelar nuestro ser. Bilbao: Editorial Desclée de
Brouwer.
Vargas, A. y Chaskel,
R. (2007). Neurobiología del apego. Avances en psiquiatría
biológica, 8, 43-56.
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