TLP
Las personas con trastorno límite de la personalidad suelen
tener dificultades en las relaciones en general, que se intensifican en las
relaciones con sus familiares.
A veces, por el desgaste y
agotamiento producido por años de preocupación, los propios familiares pueden
adoptar comportamientos similares a los de los pacientes, unas veces como
medida desesperada «a ver si se da cuenta de cómo me siento yo cuando hace
eso», otras como defensa psicológica, ya que pensar que una persona con este
diagnóstico «está así porque quiere» es más fácil que asumir que un ser querido
tiene un problema real, especialmente cuando el problema interfiere y abarca
tantas áreas de la vida de una persona y de aquellos que conviven con ella
(Mosquera et al., 2009).
Las personas con TLP pueden reaccionar de manera desproporcionada a
situaciones que nos parecen de poca o ninguna importancia, es importante poder
ayudar a los familiares a entender el trastorno y enseñarles la forma de que
puedan ayudar, que tanto los familiares como el paciente entiendan que no
estamos buscando culpables, sino situaciones o actitudes que les afecten de
forma negativa para poder cambiarlas y que todos puedan estar bien.
Las investigaciones han encontrado una alta
incidencia de disociación patológica en pacientes
con TLP, habiéndose identificado síntomas disociativos en más de dos tercios de
las personas diagnosticadas con TLP (Korzekwa, Dell y Pain, 2009; Ross,
2007). Cuando trabajamos con EMDR, la evaluación de disociación es muy
importante, ya que en estos casos se necesita un «enfoque progresivo»
específico para identificar y trabajar las fobias disociativas y acceder de
forma segura al material traumático (González y Mosquera, 2012).
Gran cantidad de investigaciones apoyan
la hipótesis de que el TLP está muy relacionado con experiencias vitales
adversas y traumáticas en los primeros años de vida, por lo que los procedimientos
estándar de EMDR necesitan algunas adaptaciones a lo largo de las ocho fases
de la terapia (Leeds y Mosquera, 2012; Mosquera, 2012b; Mosquera y González,
2011a).
Fase 1 en la terapia EMDR.
Recogida de historia
Necesitaremos recoger información sobre
los problemas actuales y las experiencias vitales adversas y traumáticas del
pasado. Sin embargo, muchos pacientes con TLP no revelan fácilmente sus
problemas actuales o experiencias pasadas más relevantes (patrones de apego
disfuncionales, abuso de sustancias, comportamientos de alto riesgo, etc.).
Tendremos que ajustar nuestro ritmo al
recoger la historia según la ventana de tolerancia y las dificultades actuales
del paciente, cambiando a contención, presentificación y habilidades de
regulación afectiva, y para ello necesitamos estar conectados con el paciente.
Fase 2. Preparación y
estabilización
La fase de
estabilización se ha descrito como esencial
antes de pasar al trabajo con trauma (Courtois, Ford y Cloitre, 2009; van
der Hart, Brown y van der Kolk, 1989). Esto supone muchas particularidades que
se deben tener en cuenta, entre ellas el papel de los estados mentales
relacionados con el apego y las fobias al apego, la emoción y los recuerdos
traumáticos (Pearlman y Courtois, 2005; Van der Hart et al., 2006).
Llegar a establecer una relación
terapéutica, que a la vez sirva de apoyo y esté bien delimitada, es el aspecto
más difícil del tratamiento. Los pacientes con TLP necesitan aprender a
aceptar todas sus reacciones emocionales y colocarlas en los contextos
situacionales para que puedan entender.
La psicoeducación acerca de las emociones y sus
funciones es crucial, al igual que lo que las desencadena.
Fases 3–7. Reprocesamiento del
trauma
Con la mayoría de las personas con TLP que
presentan en la actualidad habilidades de afrontamiento limitadas y una
estabilidad emocional mínima, generalmente es mejor no comenzar el
reprocesamiento por sus peores recuerdos o por ningún recuerdo temprano
traumático o adverso. Sin embargo, en muchos de estos casos en los que
presentan una menor inestabilidad emocional, podemos empezar a utilizar
procedimientos estándar de EMDR en fases relativamente tempranas de la terapia
con los disparadores actuales (Hofmann, 2010; Leeds y Mosquera, 2012; Mosquera,
2012b).
Un aspecto fundamental durante la desensibilización en la fase 4 para
los pacientes con TLP es la necesidad de mantener una estructura (foco). Estos
pacientes son propensos a que se «disperse la activación» (Collins y Loftus,
1975; Leeds, 1998), ya que una red de memoria disfuncional se enlaza con muchas
otras y rara vez conectan con redes de memoria adaptativas.
Diversos autores han propuesto variaciones
en las pautas de reprocesamiento estándar utilizando cadenas asociativas cortas. Después
de solo dos o tres tandas de EBL, o tan pronto uno o dos recuerdos nuevos
(negativos) surgen por asociación espontánea, se vuelve a la diana y se
pregunta «¿qué es diferente?» en vez de «¿qué te viene ahora?» para evitar
la respuesta automática de «lo mismo».
Finalización de la sesión
Cuando
se trabaja con pacientes con TLP, con frecuencia se hace necesario cerrar las
sesiones cuando técnicamente están incompletas (fase 6), para poder asegurarnos
de que la persona se va estabilizada (todo lo posible) y en el presente, haciendo
algunas de estas pautas en el cierre de la sesión:
·
Preguntar
por el nivel de activación emocional y somática del paciente.
·
Intervenciones
de estabilización.
·
Enraizamiento.
·
Presentificación.
·
Análisis de
la sesión con énfasis en la «mentalización».
·
Breve
instalación de declaraciones metacognitivas que reflejen los beneficios.
·
Sugerencias
de tareas o pruebas de autocuidado.
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