2. Tiempo que se tarda en comer
El tiempo que el niño tarda en comer depende, entre otras variables, del hambre que tenga, de lo apetitosa que le resulte la comida, de la cantidad y tipo de comida, de la edad del niño, de su habilidad para manejar los cubiertos, etc.
No existe un tiempo estándar que pueda considerarse adecuado para todos los niños, pero una media entre treinta y cuarenta minutos, para una comida con dos platos, parece una duración adecuada (Gavina, 2002). En todo caso será necesario valorar si el tiempo real empleado en comer es un problema ensí mismo (para el niño) o se trata de un problema sólo para los padres porque disponen de poco tiempo para la comida o porque la lentitud o rapidez de su hijo contrasta con las costumbres familiares. Las dos pautas extremas, comer demasiado lento o comer excesivamente rápido, pueden por tanto convertirse en problemáticas para los padres cuando el niño come en casa, e incluso para los profesores o cuidadores cuando el niño come en el comedor escolar.
Cuando el niño come demasiado lento, este comportamiento puede darse:
a) Sólo ante aquellos alimentos que le desagradan (p.ej.: las verduras) o ante alimentos que le resulta difícil de tragar (p.ej.: la carne). En este último caso, es frecuente que el niño prolongue el tiempo de masticación hasta que el alimento se convierte en una bola (o bolo) seca y difícil de tragar. Cuando se le intenta obligar a que trague la bola, pueden producirse arcadas e incluso vómitos, por lo que el comportamiento más frecuente es sacarse la bola de la boca y tirarla. Evidentemente este comportamiento se mantiene por las consecuencias:
Tragar la carne resulta aversivo para el niño, cuando se le fuerza a tragar aparecen las náuseas o el vómito, un nuevo acontecimiento aversivo para ambos niño y madre), por lo que esta situación se evita permitiendo que el niño tire a bola, conducta que queda reforzada negativamente.
b) En otros casos la lentitud al comer sólo es una forma de reclamar la atención de los padres, que suele quedar mantenida por reforzamiento positivo al conseguir que la madre o cuidador acabe dando la comida al niño. El comportamiento de la madre (dar la comida al niño) pone fin a su problema de forma inmediata, por lo que queda reforzado negativamente, pero a largo plazo contribuye a su perpetuación ya que el niño no aprende a manejar los cubiertos y por ende a comer solo y a un ritmo adecuado.
c) De forma similar funcionan las actividades que se realizan para conseguir que el niño coma más deprisa. El niño sólo comerá rápido si se le entretiene mientras come jugando o viendo la TV (reforzamiento positivo), y los padres mantendrán la distracción para evitar que la comida se prolongue demasiado (reforzamiento negativo).
El otro comportamiento extremo, comer demasiado deprisa, aunque suele
producir menos quejas de los padres ya que da menos problemas de inmediato, puede llegar a provocar vómitos o producir problemas gástricos a largo plazo. Este comportamiento puede producirse tanto porque el niño imita a alguna persona de su alrededor que come muy rápido, como porque la comida le resulta una actividad aburrida que le interrumpe cuando está realizando actividades como el juego, que le resultan más divertidas, por lo que comer rápido significa demorar lo menos posible la actividad apetitiva (Comeche, Díaz y Mas, 2002).
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