APRECIAR TUS FORTALEZAS: Los recursos creativos y de supervivencia
Las competencias y las fortalezas personales son recursos que nos ayudan a mantener nuestra excitación dentro de un margen de tolerancia para que, de este modo, podamos disfrutar de las actividades y de las relaciones en nuestra vida.
Casi cualquier capacidad, actitud, interés o habilidad que tengamos puede ser un recurso, si asegura nuestro bienestar y nos ayuda a hacer frente a los desafíos de la vida o a encontrar alivio en momentos difíciles. Ciertos recursos que nos ayudaron a tolerar o a sobrevivir a los fracasos, al trauma y al apego inadecuado del pasado (como la hipoexcitación o el guardar silencio) puede no servir en nuestras vidas actuales. En cambio, otros recursos (leer, disfrutar del ejercicio físico…) pueden seguir sirviéndonos en cualquier circunstancia.
Cuando nos enfrentamos a los desafíos o al estrés, nuestros recursos nos ayudan a tranquilizarnos y a centrarnos, o nos dan la energía necesaria para solucionar un problema o negociar una resolución. Cuántos más recursos, mejor capacitados estaremos para adaptarnos y responder de una forma creativa a una amplia variedad de acontecimientos e interacciones, e incluso a situaciones o encuentros exigentes o desagradables con las demás personas.
Nuestros recursos pueden verse comprometidos durante las experiencias adversas. El apego inadecuado de nuestros cuidadores o de nuestras parejas puede provocar que nos sintamos rechazados, poco queridos, abandonados o criticados. Como resultado, podemos considerarnos inadecuados, estúpidos, incompetentes o indignos. A través de tales experiencias, podemos concentrarnos más en nuestros defectos que en nuestras fortalezas, podemos desarrollar hábitos de autocrítica o rumiar sobre nuestros rasgos negativos, sobre las memorias perturbadoras o sobre las situaciones vitales y las relaciones molestas o insatisfactorias actuales.
Podemos incluso ver nuestras fortalezas como defectos, o tener la sensación de que no tenemos ningún recurso. Cuando nos centramos en exceso en las cualidades y las experiencias negativas, tendemos a olvidar o a pasar por alto todos los recursos que poseemos y que utilizamos todos los días. Esta actitud disminuye la autoestima, interfiere en nuestro disfrute de la vida y puede ser desestabilizadora.
Recursos de supervivencia
En situaciones perturbadoras, utilizamos de manera instintiva recursos que nos aseguran que vamos a superar el sufrimiento.
Estos recursos de supervivencia nos ayudan a.
· Sobrellevar y a afrontar cualquier cosa que nos suceda. Por ejemplo, paralizarse, hundirse, huir o atacar pueden ser recursos de supervivencia que ayuden durante el trauma. Los hábitos de estar alerta ante el peligro o tener miedo a salir de casa pueden considerarse recursos de supervivencia que, en algún momento, nos ayudaron a soportar situaciones horribles.
· Adaptarnos a las demandas y expectativas de nuestras familias. Si creciste en una familia que esperaba que sus niños fueran obedientes y que no contestasen ni expresasen sus opiniones, es posible que hayas incorporado estas expectativas al encorvar tus hombros, agachar tu cabeza y tener un comportamiento manso, que va de la mano de la prohibición de ser firme.
Si te criaste con unos cuidadores que esperaban que desafiaran a las personas que te impedían hacer lo que querías, podrías haber incorporado esta expectativa al levantar tu pecho, fijar la mandíbula y enderezar tus hombros, acciones que soportaban tu actitud firme y de confrontación.
Estas adaptaciones somáticas y psicológicas pueden considerarse recursos de supervivencia que te ayudaron a evitar la desaprobación de tus figuras de apego, al tratar de cumplir sus expectativas.
Ej. Una mujer adulta anda encorvada, contrae los hombros e inclina la cabeza hacia adelante, le provoca una tendencia a la hipoexcitación, es decir, permanece inmóvil y en silencio. Estos hábitos inconscientes, acompañados de la creencia negativa de que “no tiene derecho a hacerse valer; a mantenerse firme”, le ha ayudado a superar las situaciones difíciles de su infancia. Sus padres la obligaban a obedecerles, y la castigaban cuando expresaba sus opiniones o se defendía. Estas pautas físicas junto con la creencia causaron que su autoestima disminuyese, lo que tuvo serias consecuencias en su vida actual: no soporta las burlas injustificadas y el maltrato emocional por parte de su novio por ello quiere poner fin a su relación pero no consigue hacerlo.
En terapia se ayuda a que deje de ver su sumisión e hipoexcitación como una debilidad persona haciendo que se pregunte:
¿Qué me ayudó en mi infancia? ¿Cómo sobreviví?
Reformular la baja energía de la hipoexcitación, la postura desgarbada y la sumisión como recursos de supervivencia que le ayudaron a hacer frente a un entorno represivo y de rechazo le ayudará a pensar en su propia hipoexcitación como una respuesta adaptativa. Reconocer que, dada su edad y sus circunstancias, le llevó a amoldarse a las demandas de su familia, y que las pautas que había desarrollado reflejaban una capacidad innata para adaptarse le ayudará a sentirse mejor consigo misma ( “ no tuve más opción que obedecer”) Si hubiese tratado de contraatacar, sólo hubiese conseguido que sus padres se enfadasen más y un castigo más duro. La postura encorvada la ayudó a obedecer, y la hipoexcitación a desconectar y a no sentir lo mucho que le dolía. Al reformular como recursos los puntos que consideraba débiles pudo explorar nuevas opciones adaptativas a sus circunstancias actuales desde una posición de competencia, más que de autodesprecio.
Utilizar la ira para apartar a la gente puede ser un recurso de supervivencia en un entorno en el que confiar en los demás aumenta la vulnerabilidad a la crítica.
El hecho de convertirnos en adictos al trabajo puede derivar de una familia que hacía hincapié en los logros. Cuando, durante la infancia, nuestros cuidadores no valoran, o incluso castigan, la expresión de nuestros sentimientos, volverse una persona abstraída a nivel emocional se convierte en un recurso de supervivencia
En el contexto del trauma, del abandono y de la traición por parte de las personas responsables de nuestro cuidado, la hiperexcitación y la hipervigilancia podrían convertirse en recursos de supervivencia. También podríamos desarrollar recursos de supervivencia al intentar regular la excitación y las emociones abrumadoras como, por ejemplo, valernos de sustancias para adormecer el cuerpo o aumentar la energía. Los sentimiento de impotencia pueden llevar a pensar en el suicidio como un recurso de supervivencia ya pensar en ello puede brindar alivio o reforzar la sensación de tener el control. Dado que el trauma está asociado con la falta de bienestar o de protección por parte de los demás, y con la necesidad de encontrar algún modo de regular los sentimientos insoportables por nuestra cuenta, los recursos de supervivencia (adicciones o autolesiones, entre otros) pueden volverse extremos, e incluso acabar suponiendo una amenaza para nuestra seguridad.
El trabajo del terapeuta se enfoca en que reconozca el paciente que estos recursos tienen una función de supervivencia y en que aprenda a reemplazarlos por recursos más creativos que sean capaces de soportar la excitación regulada y el bienestar.
Recursos creativos
Se trata de fortalezas y competencias personales que se han contribuido a aprender cosas nuevas, a desarrollar talentos, a integrar experiencias y a crecer gracias a ellas. Estos recursos creativos nutren tu desarrollo espiritual, físico, emocional y mental; te ayudan a emplear todo tu potencial y a convertirte en la persona que eres (leer, escribir, hacer ejercicio, cocinar…)
Es importante reconocerlos e identificarlos para emplearlos en lugar de los recursos de supervivencia.
Por ejemplo, un hombre al cual le gustaba compartir sus logros con su padre y disfrutar de la mirada de orgullo de su padre, al morir su padre con la edad de 12 años, su madre al contrario le trasmitió el mensaje de que debía guardar sus logros para sí mismo como un recurso de supervivencia. En la edad adulta cuando pensaba en lo mucho que disfrutaba de su trabajo y en lo bueno que era en él, sus hombros se enderezaban, respiraba hondo y su mentón se elevaba con orgullo. Ese sentimiento de orgullo solía verse interrumpido por un pensamiento negativo que le recordaba a su madre, que desencadenaba una vuelta a sus hombros caídos y a su respiración superficial.
Bibliografía
Ogden, P., & Fisher, J. (2016). Psicoterapia sensoriomotriz. Intervenciones para el trauma y el apego. Desclée de Brouwer .
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