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ACT: estrategias

 ACT: Estrategias

El lenguaje y la cognición constituyen pináculos de la evolución humana que nos permiten organizar en manera compleja el entorno, las relaciones con el prójimo y por supuesto, nuestra propia conducta. Esta capacidad de generar y responder a regulaciones verbales constituye medios para desarrollar cierto margen de predictibilidad en relación con nuestro entorno y para otorgar coherencia a nuestras actitudes, motivaciones y justificaciones de lo que hacemos.

La manera integrada de organizar verbalmente nuestras acciones y experiencias privadas, progresivamente reforzada por la comunidad lingüística es, desde la perspectiva contextual funcional, lo que entendemos como SELF (Kohlenberg y Tsai, 1991). Dicho de otra forma, aquello a lo que coloquialmente y aun en diversas teorías psicológicas se denomina SÍ MISMO podemos pensarlo como la interacción entre complejos marcos relacionales que le dan coherencia a las interpretaciones de nuestra historia, a nuestras interacciones con el entorno, a nuestras predicciones sobre los acontecimientos futuros y, en especial, a aquellas reglas necesarias para organizar nuestro comportamiento en pos de mantener un margen importante de gobierno y predicción de los resultados de nuestras conductas (Luciano, Valdivia Salas y Ruiz, 2012).

 

Pero esta versión conceptual del sí mismo (habitualmente referida en ACT como YO-CONTENIDO), quizás uno de los puntos más importantes del aprendizaje relacional en el desarrollo evolutivo, a la par que multiplica las posibilidades de organización, interacción y predicción en relación al entorno también da lugar, invariablemente, a grados diversos de rigidez psicológica y a una interfase directa con el sufrimiento humano a partir del lenguaje (Törneke, 2010).

Desde esta perspectiva, se entiende entonces a la rigidez psicológica como el desarrollo de repertorios conductuales en coordinación con las regulaciones verbales que organizan al sí mismo, desafortunadamente en numerosas circunstancias en contradicción con la disposición de las contingencias directas en el entorno (Törneke, Luciano, Barnes-Holmes y Bond, 2016). En otras palabras, la necesidad de coherencia esencial inherente a la identidad humana construida lingüísticamente podría contraponerse a los desafíos del entorno que requerirían de modalidades de encaje efectivas. Vale decir: el sufrimiento humano podría suscitarse en la infinidad de situaciones en las que sería útil responder de acuerdo a la manera en que el mundo y la disposición de los estímulos directos se organiza y no tanto en base a los presupuestos sustentados a partir de esa ficción de identidad que constituye el SELF (Villatte, Villatte y Hayes, 2016).

Podríamos ilustrar este fenómeno con un ejemplo:

Imaginemos a un niño de 8 años sometido a un inesperado cambio de colegio a mitad del año lectivo. Como parte de su repertorio, el niño ha evidenciado previamente el seguimiento de regulaciones verbales del tipo “hay que ser un niño tranquilo para hacer amigos y que te quieran”. Sin embargo, como sería esperable, al ser incorporado en un grupo novedoso de pares, el niño se expone a amplios rangos de incertidumbre relacionados a qué esperar de sus compañeros nuevos, al desconocimiento respecto a las formas de interacción valoradas en este grupo y, por supuesto, a la gama de resultados posibles de sus intentos para entablar nuevas relaciones. Imaginemos que el niño, en esta situación, toma contacto con sus esperables sensaciones de ansiedad a las que califica como aversivas, de acuerdo a las regulaciones verbales antedichas y de las que se derivan otras reglas cuyo seguimiento rígido podría limitar aún más el repertorio vincular útil para esta etapa: “si te pones nervioso, te trabas”, “si te trabas, pareces torpe”, “los niños torpes no hacen amigos”. Se podría dar lugar, de esta forma, a la fusión con CONTENIDOS DEL YO como “estoy nervioso”, “soy torpe”, “no puedo hacer nuevos amigos” y al actuar en coordinación, en manera rígida y más o menos automática en relación a estas regulaciones verbales, evitando en manera progresiva diversas oportunidades para entablar nuevas relaciones.

En un lenguaje más coloquial podríamos evaluar que este niño se ha guiado en otros entornos de acuerdo a autodefiniciones del tipo “soy un niño relajado”, “mis amigos me quieren porque soy tranquilo” y regulaciones del tipo “si me mantengo tranquilo, seguiré haciendo amigos”. Sin embargo, ante la mudanza escolar, podría ser conveniente cierta toma de perspectiva respecto a la adecuación de estas reglas al nuevo entorno y una flexibilización en el seguimiento de estas regulaciones verbales. Aunque estas implicasen una toma de contacto gradual con la ansiedad inherente a este tipo de situaciones novedosas, el desarrollo de la flexibilidad psicológica (en manera espontánea o, si esto no es posible, asistida a partir de un recorrido terapéutico) podría favorecer la inserción escolar del niño.

En este sentido, con el propósito de entender el desarrollo terapéutico de la flexibilidad psicológica en base a la Teoría de los Marcos relacionales, Törneke (2017) propone:

·      El análisis funcional junto a los consultantes de los repertorios conductuales relacionados con la evitación experiencial

·      Favorecer el desarrollo de distancia observacional respecto a los pensamientos, emociones y sensaciones dolorosas

·      Reorientar los repertorios de acciones en relación con cualidades valiosas que promuevan el desarrollo personal flexible. 

 

Principios terapéuticos centrales derivados de la Teoría de los Marcos Relacionales (Törneke, Luciano, Barnes-Holmes y Bond, 2016):

 

a)    Ayudar al consultante a discriminar la relación entre la clase funcional de respuestas actuales y las consecuencias problemáticas generadas por las mismas

b) Ayudar al consultante a tomar contacto y discriminar sus propias respuestas (pensamientos, emociones, sensaciones, acciones) enmarcándolas en jerarquía con el deíctico yo y asistiéndolo a ejercitar este tipo de repertorio a la manera de alternativas terapéuticas

c) Distinguir nuevos repertorios de acciones más flexibles, especificando funciones augmental apetitivas, es decir identificar cualidades valiosas para el consultante y favorecer el desarrollo de repertorios conductuales efectivos orientados por las mismas.

 

Bibliografía

Mandil, J. (2022). ACT para niñas y niños. Terapia de aceptación y compromiso para consultantes jóvenes y familias. tresolas.

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